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Hace algunas semanas, el Ministerio de Salud informó a la población sobre el «tifus de los matorrales», una enfermedad de tipo vectorial, que se presenta principalmente los meses de verano y ha aparecido con mayor frecuencia entre las regiones del Bío-Bío y Magallanes.

Esta enfermedad es transmitida por una mordedura indolora de la larva del ácaro de la cosecha o ácaro rojo, que transmite la infección producida por una bacteria del tipo Orientia tsutsugamushi y está presente en roedores silvestres, animales infectados y en lugares rurales de vegetación amplia.

El Dr. Leonardo Chanqueo, jefe de Infectología del Hospital San Juan Dios, explica que la forma más común de contagio se da en personas que están realizando tareas propias de sectores rurales, tales como cortar leña, hacer raleo en zonas de cultivo, pero también en quienes han realizado actividades más recreativas como senderismo o acampando en zonas de mucha vegetación.

Los síntomas se presentan algunos días después de la inoculación y las personas pueden comenzar a sentir malestar general, fiebre, dolor de cabeza, rash cutáneo y una costra negra o escara en la zona de inoculación. Para el Dr. Chanqueo, “lo más importante ante la sospecha de contagio, es acudir a un centro de atención médica y, si los síntomas son severos, a un servicio de urgencia”.

Es primordial que haya una detección temprana e iniciar el tratamiento microbiano correspondiente a fin de evitar complicaciones como neumonía atípica, insuficiencia renal o meningoencefalitis porque, a pesar de ser una enfermedad tratable, tiene una mortalidad de un 6% si no se recibe el procedimiento adecuado.

El personal médico, en caso de sospecha, debe recoger muestras de sangre y de la zona infectada y derivar a epidemiología de la seremi de salud de la región que corresponda. El estudio de estas pruebas está centralizado en el Laboratorio de Infectología y Virología Molecular de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

El jefe de Infectología añade que es muy importante no usar antimicrobianos por cuenta propia y seguir las indicaciones que el personal médico prescriba para una rápida recuperación. En tanto, para evitar contagios, es necesario usar ropa que cubra gran parte del cuerpo, usar guantes para la manipulación de leña, utilizar repelente para insectos y acampar en zonas limpias de vegetación.

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