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En nuestro país la situación es crítica, dado al bajo índice de donación de órganos en relación con la población nacional, con una lista de espera de 1.700 pacientes que necesitan un trasplante.

La cifra sólo llega a una donación efectiva de 7 por cada millón de habitantes, cuando “de acuerdo a estándares internacionales establecidos, debiéramos estar en un índice de 15 por cada millón de habitantes”, señala Alejandra Zapata, enfrermera de Procuramiento del Hospital San Juan de Dios.

Realidad muy distinta a la de España, país lider en la materia, cuyo índice es de 35,1, mientras que en países como Argentina y Uruguay, el índice es de 18 y 13,5 respectivamente.

Entre las principales razones para que nuestras cifras de donación sean tan bajas están el desconocimiento de la población en general sobre la donación de órganos y del proceso de procuramiento de órganos para quienes necesitan un trasplante.

Se vincula a ello otro factor: al interior de las familias se habla poco del tema y muchas veces los familiares de un potencial donante desconocen cuál era la voluntad de su pariente ya fallecido.

Una encuesta realizada en la Urgencia de nuestro Hospital, reveló que el 42% de las personas consultadas  sabe la posición de sus familiares frente a la donación de órganos, un 32% no, y un 26% sólo conoce la posición de algunos de sus familiares (fuente: alumnos UC).

“Cuando no saben cuál era la voluntad de la persona se generan muchas dudas al decidir si donar o no, porque tratan de cumplir con lo que el fallecido deseaba en vida”, cuenta Sandra Mardones, enfermera de Procuramiento HSJD.

“Nosotros estamos presentes durante todo el proceso. Tomamos contacto y conversamos con la familia con mucho respeto y sin presiones, estamos presente en pabelllón durante la extracción de los órganos y hasta la entrega del cuerpo a los familiares”, cuenta Alejandra Zapata y precisa que “durante todo el proceso velamos porque el cuerpo del donante sea tratado de la mejor forma”.

La mayoría de las personas desconoce que sólo algunos fallecidos se convierten en potenciales donantes. El primer requisito ineludible es que la persona fallezca  a causa de una muerte encefálica (ME), más conocida como muerte cerebral. Esto es fundamentalmente a causa de un traumatismo encefalo craneano (TEC), o un accidente cerebro vascular (ACV).

 

Principales causas de muerte cerebral:
-Accidente cerebro-vascular hemorrágico o isquémico
-Traumatismos cráneo encefálicos
-Encefalopatías anoxicas
-Tumores primarios del sistema nervioso central
-Infecciones del sistema nervioso central (por ejemplo: meningitis)

 

A su vez, de las muertes por esta causa, no pueden ser trasplantados los órganos de personas que hayan padecido Hepatitis B y C, y VIH. Tampoco los de fallecidos con ciertas patologías de base y cuyos órganos se hayan dañado por diversas causas que son verificadas tras el consentimiento de la familia.

Uno de los mitos más difíciles de derribar es la creencia de que la persona con muerte encefálica aún no fallece. Sin embargo, los exámenes que confirman la muerte encefálica responden a estándares internacionalmente establecidos e incluyen un escáner o resonancia magnética para certificar daño neurológico, un examen de apnea, exámenes de sangre. “Son varios requisitos y si alguno de ellos no arroja el resultado acorde a muerte cerebral, ésta no se puede certificar como tal”, afirma la enfermera Sandra Mardones, enfermera del Equipo de Procuramiento.

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